Elvis David Portillo, de 18 años, fue asesinado a tiros por un compañero de trabajo de 15 años mientras almorzaban en Texas. Su padre exige apoyo para repatriar su cuerpo.
Clute, Texas – Lo que debía ser una jornada laboral común y corriente se convirtió en una escena de horror para una cuadrilla de jardineros hispanos en Clute, Texas. A la 1:18 de la tarde del pasado 4 de julio, durante su hora de almuerzo, un adolescente de apenas 15 años abrió fuego contra sus compañeros de trabajo, dejando como saldo dos personas muertas y un herido.
Entre las víctimas mortales está el hondureño Elvis David Portillo, de apenas 18 años, originario de la comunidad de La Confianza en Tocoa, Colón. Elvis había emigrado hace dos años a Estados Unidos, caminando como miles de hondureños que arriesgan todo por el anhelado sueño americano. Buscaba un mejor futuro para él y su familia, pero la violencia, una vez más, truncó ese sueño de forma brutal e inesperada.
El ataque ocurrió el mismo día en que el joven agresor se integraba al equipo de jardinería. Sin previo aviso, sacó un arma y disparó contra sus compañeros durante el almuerzo. Elvis murió en el lugar, mientras que Darwin López, de nacionalidad nicaragüense, falleció poco después en un hospital. Un tercer trabajador resultó herido, pero se encuentra fuera de peligro, y un cuarto logró escapar ileso pese a que también fue blanco de disparos.
El sospechoso fue detenido poco después del crimen y permanece en un centro juvenil del condado Brazoria. A pesar de su edad, enfrentará cargos por homicidio capital, informaron autoridades locales.
“Lo mandé vivo y ahora lo espero en una caja”: el grito de dolor de un padre hondureño
Desde Honduras, el padre del joven, don David Portillo, vive una pesadilla. Desgarrado por el dolor, ha rogado a las autoridades que lo ayuden a repatriar el cuerpo de su hijo para darle un último adiós en su tierra.
“Es difícil lo que estamos pasando, hace dos años mandé a mi hijo a Estados Unidos, vivo, caminando, y hoy estoy esperándolo, haciendo todo lo posible para traerlo en una caja”, expresó entre lágrimas.
“Me han quitado la mitad de mi vida. No quiero justicia, solo quiero traerlo de vuelta”, agregó, con la voz quebrada.
El dolor del padre se intensifica al recordar la última conversación que tuvo con su hijo, apenas dos días antes del crimen. Fue una llamada por su cumpleaños, en la que Elvis, lleno de esperanza, le dijo:“Papi, está joven, en 10 años yo voy a llegar allá, y te voy a encontrar, no con bordón”. Hoy, esa promesa quedó rota por una bala.
Lo más desconcertante del caso es que el presunto asesino no solo era un compañero de trabajo, sino un amigo cercano de Elvis. Compartían el almuerzo y realizaban tareas juntos. “Él confiaba en ese muchacho… ¿Cómo entender que alguien que consideraba su amigo lo haya matado?”, se preguntan entre lágrimas los familiares.
La familia Portillo, además de enfrentar el luto, carga con el peso económico de intentar traer el cuerpo de Elvis de regreso a Honduras. Por eso han hecho un llamado urgente al gobierno hondureño y a la comunidad para obtener apoyo y poder sepultarlo en su tierra, con dignidad y rodeado de los suyos.
El caso de Elvis David Portillo es un nuevo retrato de una tragedia repetida: jóvenes migrantes que, buscando vida, encuentran la muerte. Su historia refleja el drama de una generación que se lanza a la incertidumbre del extranjero, con esperanzas que muchas veces terminan acribilladas por la violencia que ya no respeta fronteras.